domingo, 8 de mayo de 2016

PERÍODO HELENÍSTICO...

CONTEXTO HISTÓRICO

El período helenístico se extiende desde el 323 a.c. con la muerte de Alejandro Magno, hasta el 30 a.c. cuando tras la derrota de Accio, Roma somete el último reino helenístico.
Alejandro Magno había conseguido formar un imperio que se extendía hasta Egipto y la India el nexo común de este vasto territorio lo constituye la lengua griega que va a permitir una intensa  fusión cultural una verdadera simbiosis, en la que el arte, la filosofía, la ciencia y la religión griega se ven enriquecidas con numerosas aportaciones orientes. (Helenismo significa  precisamente eso, hablar en griego) compartir una misma lengua.
El imperio configurado por Alejandro Magno se ha desintegrado paulatinamente a la muerte de éste (desde el 323 al 280 a.c.) para constituir un orden superior el de la propia cultura helenística del 280 al 168 a.c.) formado por  reinos políticamente independientes pero culturalmente vinculados, en los que impera el espíritu cosmopolita al individuo no se siente ya ciudadano de una polis cerrada y más o menos independiente y autárquica, sino de un mundo  mucho más amplio que habla el mismo idioma.  Esta circunstancia encierra el rasgo fundamental de este período al ampliar su margen de acción, el individuo se siente ciertamente liberado pero también desprotegido (de la polis) se encuentra condenado a ser libre; encarna él mismo, a partir de ahora las propiedades de las polis ya inexistentes cada individuo es una polis independiente que vive al margen y en conflicto con las demás.  La filosofía del momento, que es una respuesta a esta nueva situación, pasará a ser su único apoyo y orientación en un mundo nuevo.  La reflexión filosófica se vuelve sobre los problemas del individuo, que se resumen en una cuestión básica.  ¿Cómo llevar una buena vida o una vida feliz? La individualidad reinante se expresará también en la parcelación de la ciencia y en el surgimiento y desarrollo de nuevas disciplinas a cargo de los hombres como Euclídes, Arquímedes, Erastóstenes, Aristarco etc.




LA FILOSOFÍA HELÉNICA

Después de Aristóteles y tras la muerte de aquel que había sido su más célebre alumno Alejandro Magno, la reflexión filosófica se enfrenta a una nueva situación sociopolítica caracterizada por la profundización de la crisis de las polis griegas como consecuencia de la fragmentación del imperio que tiene lugar a la muerte del emperador.  Esta crisis   (que ya había aflorado en tiempos de Platón y motivado en gran medida el pensamiento de éste, al final de la denominada “Edad de Oro” de la Antigüedad o “Era de Pericles” y cuyo culminación puede situarse en la condena a muerte de Sócrates por parte de un “régimen democrático”) se convertirá en mal endémico durante el período que va desde finales del siglo V a.c. Hasta comienzos de nuestra era.  Semejante situación de crisis, claro está, no podrá dejar de influir en las nuevas filosofías que van surgiendo.  El hombre, como ciudadano de la polis, se sentía inserto en un estado fuerte (y parte constitutiva del mismo) garante de su libertad y bienestar, de su felicidad. Ahora con el desmoronamiento del estado, se siente solo y desprotegido, la crisis de la polis implica la crisis de su propio ser, la pérdida de su sentido, pues para Platón y Aristóteles el hombre era un ser de naturaleza comunitaria que sólo podía desplegarse dentro de una sociedad bien organizada.  El hombre se limitaba a ser el órgano de un cuerpo social, órgano que no tiene sentido si el cuerpo se disgrega, deja de ser un todo, se pierden los nexos de unión.  La nueva filosofía habrá de reinventar el sentido de un cuerpo social atomizado, los miembros de la sociedad son ahora individuos aislados, órganos desmembrados en busca de una nueva función, de una nueva razón de ser.
La filosofía helenística será la encargada de suministrar este nuevo sentido a la existencia humana.  Las nuevas circunstancias marcan el nuevo rumbo, que consecuentemente se concentrará en lo individual más que en lo colectivo: lo central será ahora la vida individual del hombre encaminada a la recuperación de la felicidad perdida, más que la solución de los enigmas cognoscitivos de la naturaleza.  La filosofía reinante presentará un marcado carácter ético y a él se supeditarán el resto de cuestiones: la filosofía de la naturaleza interesa sólo en la medida en que pueda arrojar luz sobre ese ser natural que es el hombre y la política pasa a un segundo plano, cuando no desaparece por completo del horizonte de la reflexión; la vida política, la vida en la polis, ha fracasado, ahora sólo interesa la vida individual. Esta circunstancia se volverá a repetir posteriormente y de forma periódica, a lo largo de la historia del pensamiento, pues tras los fracasos revolucionarios (utopías sociales), el pensamiento se torna más individualista que social: así, por ejemplo, la exaltación que del individuo hace el Romanticismo a comienzos del siglo XIX no es otra cosa que una reacción ante el fracaso del proyecto ilustrado de la Revolución francesa en el siglo XVIII.

Así pues, durante el período helenístico, como respuesta a una situación sociopolítica decadente, surgieron básicamente tres nuevas escuelas filosóficas o corrientes de pensamiento que, intentando salvar al ser humano a  la deriva, formularon propuestas que, con todas las variaciones que se quiera, siguen sirviendo como remedios a los que el hombre contemporáneo se aferra frente a los vaivenes  de la vida y que le permiten mantenerse a flote, no zozobrar en una existencia, la nuestra, tan tormentosa hoy como lo fue la de los griegos que optaron por ser epicúreos, estoicos o escépticos, o las tres cosas a la vez.



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