lunes, 30 de mayo de 2016

Estoicismo extraído de Ética Adela Cortina - Arje




ESTOICISMO

Bajo esta denominación se agrupan las doctrinas filosóficas de un amplio conjunto de autores griegos y romanos que vivieron entre los siglos IIIac y II dc.  Zenón de Citio el fundador de esta corriente abrió una escuela en Atenas en el 306 ac. Y a partir de ella se fue extendiendo y consolidando una filosofía que contó con figuras tan influyentes como Posidonio, Séneca, Epicteto, y el emperador Marco Aurelio.  Su influencia histórica posterior ha sido enorme, tanto en las éticas modernas y contemporáneas como en las posiciones morales que muchas personas adoptan en la vida cotidiana.
Los estoicos creyeron necesario indagar en qué consiste el orden del universo para determinar cuál debía ser el comportamiento correcto de los seres humanos.  Para ellos se sirvieron del pensamiento de un autor muy anterior en el tiempo: Heráclito de Efeso (siglo VI ac.).  Para Heráclito, todo ser y todo acontecer ha de tener su fundamento en alguna razón y dado que la serie de las razones no puede ser infinita (los griegos en general tuvieron “horror vacui” es decir, incapacidad para aceptar una sucesión infinita de causas como explicación de cualquier fenómeno., ha de haber una Razón primera, común que será al mismo tiempo la Ley que rige el Universo. 

Los estoicos hacen suya esta concepción cosmológica y sostienen que, dado que tal Razón Cósmica es la Ley Universal, todo está sometido a ella; es el “destino”, el hado”, una racionalidad misteriosa que se impone sobre la voluntad de los dioses y de los hombres haciendo que todo suceda fatalmente “tal como tenía que suceder”. Esta Razón Cósmica, este “Logos”, es providente, es decir, cuida de todo cuanto existe.  Que el hombre crea en el destino no es, por tanto (desde la perspectiva estoica) una superstición, sino la consecuencia obligada de la investigación científica.

Tal cosmovisión debería haber tenido como consecuencia lógica la resignación del hombre frente a lo irremediable, como sucedía en las tragedias griegas; en ellas, los personajes obran como si fueran dueños de sí mismos y tuviesen la capacidad de evitar lo que el destino ha fijado para ellos, pero al final se imponen inexorablemente las determinaciones del oráculo (de la Razón Común o Ley Universal) y los que han tratado de actuar en contra del orden eterno han de pagar su culpa por intentarlo.  La libertad, en este contexto, no es otra cosa que el conocimiento y la aceptación de la necesidad que rige al Universo.

A pesar de lo que acabamos de exponer sobre las implicaciones fatalistas del planteamiento estoico, los miembros de esta escuela se dedicaron paradójicamente a la enseñanza y a la guía moral, instruyendo a sus discípulos acerca de cómo se debe obrar.  De este modo mostraron que, en la práctica, sostenían cierto grado de confianza en la libertad humana.
La propuesta ética de los estoicos puede formularse así:  el sabio ideal es aquel que, conociendo que toda felicidad exterior depende del destino, intenta asegurarse la paz interior, consiguiendo la insensibilidad ante el sufrimiento y ante las opiniones de los demás.  La imperturbabilidad es, por tanto, el único camino que nos conduce a la felicidad.

  Con ello se empieza a distinguir entre dos mundos o ámbitos: el de la libertad interior, que depende de nosotros, y el del mundo exterior, que queda fuera de posibilidades de acción y modificación. 
El sabio estoico es el que consigue asegurarse los bienes interiores y despreciar los externos, logrando ser, en palabras de Séneca, “artífice de su propia vida”. Aparece ya aquí, aunque todavía de un modo muy rudimentario, la concepción de la libertad como autonomía, que aparece posteriormente a través de San Agustín y más adelante con Kant.

El estoicismo surgió, por tanto, en el mismo período que el epicureismo.  Sin embargo, los estoicos combatieron el principio epicúreo de que “el placer es principio y fin de la vida felíz”.  En su lugar pusieron la virtud.

Se es virtuoso cuando se “vive en conformidad con la naturaleza”.  La naturaleza es el orden de toda la realidad del universo y éste se rige por una razón (el logos o fuego de Heráclito) que es providente y dirige sabiamente el destino de las cosas y de los hombres.  Para el estoico todo lo que ocurre estaba predeterminado por esta razón que también llaman Zeus o
Dios.
El sabio encuentra el camino de la felicidad cuando en la aceptación de lo que ocurre como Destino, consigue una perfecta indiferencia (apatía) respecto a cualquier tipo de situaciones.

Las ideas generales anteriormente expuestas fueron compartidas por todos los estoicos.  Sin embargo, en los cinco siglos aproximadamente que duró su influencia, esta escuela sufrió más cambios que el epicureismo, por lo que los historiadores distinguen tres épocas:
Stoa antigua (300 – 200 a.c.) Zenón Crisipo
Stoa media (s. II y I ac.) Panecio Posidonio
Stoa posterior (s. I y II d.) Séneca, Epícteto, Marco Aurelio

Séneca nació en Córdoba (4 ac) cuando España era una provincia de Roma “Y si algún nombre de sabio vive todavía perenne en la memoria de nuestro pueblo, como encarnación de la sabiduría misma, es Séneca que ninguna avalancha ha borrado, ni es fácil que borre” Senequísmo es “norma de vida ajustada a la moral y la filosofía de Séneca “ (Diccionario de la Real Academia). Pertenece, por tanto, al período tardío del desarrollo del estoicismo.  Aunque vivió unos tres siglos después que Epicuro, no disfrutó de circunstancias sociales más seguras y gratas que el maestro del Jardín.
Los estoicos (a diferencia de Epicuro que recomendaba vivir retirado y alejado de las luchas políticas) fueron hombres relacionados con el ejercicio del poder, Séneca ocupó diversas magistraturas romanas; fue senador. Sintió en su carne el régimen de terror que impuso su tiránico discípulo, el emperador Nerón.  Acusado de participar en una conspiración para derrocarlo, Nerón ordenó a Séneca que se suicidara, lo que el filósofo hizo, abriéndose él mismo las venas como suprema muestra de su creencia en la necesidad de aceptar resignado e impasiblemente el destino.

La práctica de la virtud.  Documento de Séneca se dirige a Lucilio y le exhorta a perseverar en el estudio y la práctica de la virtud

Séneca a Lucilio, salud
Tienes por algo evidente, lo sé Lucilio, que a nadie le es posible llevar una vida feliz, ni siquiera tolerable, sin el afán por la sabiduría y que una vida feliz es fruto de haber llegado al culmen de la sabiduría y la tolerable de nuestra iniciación a ella.
Pero esta evidencia hay que reforzarla y hacer que con la meditación diaria eche raíces cada vez más profundas; es más difícil poner en práctica los propósitos que concebirlos.  Hay que perseverar y mediante un trabajo asiduo fortalecerse hasta conseguir que los buenos propósitos se conviertan en realidad.  No es necesario, pues, que me lo asegures con largos discursos; ya sé que has hecho grandes progresos.  Sé que es lo que inspira tus escritos: no son ficciones ni artificios retóricos.  Te diré lo que pienso: tengo esperanzas puestas en ti, pero no todavía confianza.  Quiero que tú también actúes de igual modo; no has de confiar en ti mismo de modo ligero y fácil.  Examínate, estúdiate con detalle y obsérvate; mira antes que nada si haces progreso en la filosofía o en la vida misma. 

La misión de la filosofía. La filosofía un arte no especulativo. Los estoicos revelan preocupaciones soteriológicas.  La ética es el núcleo del filosofar en esta escuela. 
Soteriología del griego sote –salvador

No es la filosofía un arte para complacer al pueblo, ni ejercicio de ostentación.  No consiste en palabras, sino en obras. No tiene por objeto pasar el día entretenido, ni restarle tedio a la vagancia.  Forma y modela el alma, ordena la vida, rige nuestras acciones, indicándonos qué debemos hacer o  qué evitar, se sienta al timón y dirige el curso en medio de los bandazos de la vida.  Sin ella es imposible vivir con valor y seguridad.  A cada hora que pasa ocurren múltiples accidentes que requieren un consejo que sólo ella puede dar. 
Séneca: Carta XVI a Lucilio

La sabiduría estoica. 
 Con la guía segura de la filosofía, el sabio estoico será capaz de sobrellevar el destino, tanto si es un dios el árbitro del universo como si es el azar quien lo gobierna.
La filosofía se convierte así, en el marco del estoicismo como en el de otras filosofías helenísticas, en una forma de sabiduría para la vida.  Y el “sabio” más que instrucción teórica, dispensa sus consejos al discípulo en cuanto que encarna y representa un modelo viviente de esa forma de sabiduría.  Viene a ser una especie de “director espiritual” frente a un discípulo con el que mantiene una relación de confianza y simpatía mutua en el marco de una particular relación de amistad. 

Alguien podrá decir: ¿De qué me sirve la filosofía, si existe algo como el destino? ¿Para qué, si es un dios el que gobierna, si todo está sometido al azar? Pues no podemos modificar lo que ya está fijado de antemano, no hacer nada contra lo imprevisible; porque, o el dios se anticipó a mi decisión y determinó lo que habría que hacer, o la suerte cierra toda posibilidad de juego a mi libre decisión.  En cualquiera de estos casos, o aunque todas esas hipótesis fueran ciertas, debemos acudir a la filosofía: sea que el destino nos tenga atrapados en una red de la que no podemos escapar, o que un dios, árbitro del universo, lo haya decidido todo, o que el azar empuje y agite sin orden los asuntos humanos, la filosofía está para protegernos.  Nos dirá que obedezcamos al dios de buen grado, que resistamos duramente a la fortuna.  Te enseñará como seguir al dios, cómo sobrellevar al destino.
Pero no se trata ahora de que pasemos a discutir qué es lo que depende de nosotros, ya sea que nos gobierne una providencia, o que nos arrastre una cadena de acontecimientos fatales, o que sea lo súbito o lo imprevisto lo que rija al mundo: yo volviendo a mi tema, te aviso y exhorto para que no decaiga ni se enfríe tu entusiasmo.  No lo dejes escapar y afírmalo para que este entusiasmo se convierta en un hábito. 
Séneca: Carta XVI  a Lucilio

El dominio de las pasiones.

El deseo de bienes, riquezas y honores es ajeno al estoico y le aparta de la senda de la virtud, del orden natural.

Nada más abrirla, si te conozco bien, habrás mirado qué regalo te llega con esta carta: examínala y lo encontrarás.  No se trata de que admires mi actitud.  Soy generoso a costa de lo ajeno.  Pero ¿por qué digo “de lo ajeno”? Cualquier pensamiento bello, venga de quien venga, lo hago mío.  También éste de Epicuro:”si vives conforme a la naturaleza, nunca serás pobre; si vives según las opiniones de unos y otros nunca serás rico” La naturaleza se conforma con poco, la opinión no encuentra límite: que acumules el patrimonio de muchas ricas familias, que la suerte te eleve hasta un grado de riqueza fuera de lo normal, que te cubra de oro, te vista de púrpura, que te lleve a tal punto de refinamiento y de riqueza, que puedas recubrir el suelo con mármoles, que no sólo puedas tener riquezas sino pisarlas; añade estatuas y pinturas y cuanto para el lujo inventaron las artes; aprenderás a desear más todavía; los deseos naturales tienen su medida; los que nacen de una falsa opinión, no.  Lo falso no encuentra límite.  El que sigue un camino llega al final. La senda del que yerra no se acaba nunca.  Apártate de las necesidades y cuando quieras saber si tus deseos son naturales o proceden de una codicia ciega, mira si pueden detenerse en algún punto.  Si, habiendo llegado lejos, el límite se desplaza más y más, que sepas que esto no es natural.  Salud”
Séneca: Carta XVI a Lucilio


Ética: A. Cortina
Filosofía Arjé

domingo, 22 de mayo de 2016

Textos estoicos...


ESTOICOS (SIGLO I D.C)

“Tal como tantos ríos, tanta lluvia que se precipita…no cambian ni atenúan la salsedumbre del mar, de la misma manera el ímpetu de las adversidades no pliega el ánimo del fuerte….No digo que sea insensible a ellas, sino que las vence”(De la Provid., 1-2) “No es invulnerable el que no es herido, sino el que no puede ser ofendido por este signo reconoceré al sabio…No importa que arrojen en contra de él muchas flechas, dado que ninguna puede herirlo: de la misma manera que el hierro no puede vencer la dureza de ciertas piedras, ni puede cortarse, dividirse o consumir el diamante…,y como ciertos escollos salientes en el mar pueden romper la ola, sin mostrar ellos ningún signo de la violencia que los ha azotado durante tantos siglos, así es sólida el alma del sabio” (De la constancia del sabio, III, 3-5)

“Libertad no significa no sufrir nada. Es un error. Libertad es colocar el alma por encima de las injurias, y lograr transformarse a sí mismo de tal manera, que sea posible extraer únicamente de sí mismo las propias satisfacciones” (Ibid., XIX, 2))

“El alma recta, buena, grande,…puede encontrarse tanto en un caballero romano, o en un liberto, como en un esclavo. ¿Qué son, en efecto, caballero, liberto, siervo? Nombres dados por la ambición o por la injusticia. Pero desde cualquier ángulo es posible lanzarse hacia el cielo” (ep. 31,11) “El camino de la virtud no se halla vedado a nadie, está abierto para todos, libres, libertos, esclavos, reyes, desterrados. No elige casa ni censo, se contenta con el hombre desnudo” (De los beneficios, III, 18)
“Yerra quien cree que la esclavitud penetra todo el hombre: la mejor parte se halla exceptuada de ella: los cuerpos se hallan sujetos y consignados al amo, pero el alma permanece dueña de su derecho propio…no puede darse en esclavitud... Todo lo que deriva de ella es libre: ni nosotros podemos mandar en todo, ni los siervos están constreñidos a obedecer en todo” (ib., 20) “pero son esclavos” Hombres más bien. “Son esclavos” Mejor dicho, compañeros de morada. “Son esclavos”,. Más bien, humildes amigos. “Son esclavos” Mejor dicho, compañeros de esclavitud sólo que tú piensas que la fortuna a ambos domina” (Ep., 47,1) “¿Por qué no piensas que éste, que tú llamas esclavo, ha nacido de las mismas simientes, goza del mismo cielo, y como tú, respira, vive, muere?.. Y tanto puedes tú ver en él al hombre libre, como él en ti al siervo.. Desprecia ahora a un hombre que tiene esa suerte, en la cual tú, que desprecias, puedes caer” (ib., 10) “Vive con el siervo como compañero” “Es un esclavo”. Pero quizá libre de alma. “Es esclavo” ¿Y acaso eso lo dañará? Indícame a alguien que no sea esclavo: uno de la lujuria, otro de al avaricia, otro de la ambición, todos de la esperanza, todos del temor….Y no existe ninguna esclavitud más vergonzosa que la voluntaria”(ibid, 17)

¡Libre es quien vive como desea, aquel que no puede ser coaccionado, impedido, violentado…¿Acaso alguien quisiera vivir jamás…sufriendo, temiendo, suplicando, envidiando, deseando sin lograr satisfacciones, aspirando y cayendo? Nadie. Pero ¿acaso existe un solo necio que viva sin sufrir, sin temer, sin caer, sin no alcanzar la meta? Ninguno. No hay, por consiguiente, nadie libre” (Disertaciones IV, 1 y 4-5)

“Las cosas son de dos maneras, algunas dependen de nosotros, otras no. Dependen de nosotros la opinión, el movimiento de nuestro espíritu, el deseo, la aversión, en una palabra, todas aquellas cosas que constituyen nuestros propios actos. No dependen de nosotros el cuerpo, los bienes materiales, la reputación…,en una palabra, aquellas cosas que no constituyen nuestros actos. Las cosas que dependen de nosotros son libres por naturaleza, no pueden ser impedidas ni detenidas. Aquellas otras, en cambio, son débiles, esclavas, sujetas a impedimentos y por último ajenas a nosotros.
Recuerda, pues, que si tomas por libres aquellas cosas que son esclavas por naturaleza, y por tuyas las que son ajenas, te sobrevendrán continuamente obstáculos tras obstáculos y te hallarás afligido, turbado…Por el contrario, si no tomas por tuyo sino aquello que verdaderamente te pertenece y consideras ajeno lo que realmente pertenece a otros, nadie podrá jamás coaccionarte, nadie podrá obstaculizarte, nadie podrá dificultarte, no te quejarás de nadie, no causarás a nadie, no tendrás ningún enemigo, nadie te dañará, puesto que, en efecto, jamás recibirás daño alguno” (Manual 1)

Aquello que te pertenece. “Sabes qué es lo tuyo? El uso que haces de la apariencia de las cosas” (Man, 6) “Si deseas que tu mujer, tus hijos y tus amigos vivan siempre, eres loco. Pues deseas que dependa de ti aquello que no está en tu poder, y que sea tuyo lo que es ajeno…Pero en cambio, si no deseas sino aquello que puedes obtener, esto sí, lo puedes” (ib, 14)
“Condición e índice del hombre común es no esperar nunca beneficio ni daño de sí mismo, sino de las cosas exteriores. Condición e índice del filósofo, es esperar o temer de sí mismo cualquier utilidad o daño (Manual, 48)

“(…)..no tiene lugar más apropiado para refugiarse tranquilo y sereno que en su propia alma….” (IV, 3) “La mente libre de pasiones es una fortaleza: no tiene ninguna más sólida el hombre, refugiándose en la cual pueda permanecer inapresable. Quien no la conoce, es ignorante; quien conociéndola, no se refugia en ella, es un infeliz” (VIII, 48) “Vuelve la mirada hacia tu interior. En lo interior (del alma) se halla la fuente del bien, siempre inagotable a medida que se profundiza más en ella” (VII 59)
“No te encierres completamente en el alma, ni te arrojes enteramente al exterior, Cómo podrás poseer en tu interior un manantial inagotable? Conservándote constantemente en libertad, con mansedumbre, simplicidad y modestia” (VIII, 51)

“Las cosas de por sí, de ninguna manera pueden llegar al alma, no tienen posibilidad de penetrar en ella, ni pueden mudarla o excitarla: ella por sí misma se cambia y se excita. Y de acuerdo a los juicios de los cuales se estima digna a sí misma, transforma las cosas próximas a ella” (V, 19) “…Pues la mente transforma y dirige hacia su propósito todo obstáculo a su realización, el obstáculo puesto a la obra, se transforma en útil a ésta, y el impedimento al paso se convierte en ayuda de camino .” (V, 20) “Recuerda, por otra parte, en toda circunstancia que te produzca dolor, de atenerte a esta máxima: ésta no es desgracia, sino que es fortuna el soportarla noblemente” (IV, 49) (tomado de R. Mondolfo, “El pensamiento antiguo”

“No olvides, simple actor, que representas una pieza como el autor de la comedia quiere que sea representada. Si tu papel es corto, lo representarás corto, si es largo, lo representarás largo. Si el autor quiere que tú representes el personaje de un pobre, interpreta ese papel con naturalidad, y si es necesario que seas en la pieza un rengo, un príncipe, un hombre vulgar, no te preocupes, interprétalo lo mejor posible, pues tu deber es de representar bien tu personaje, en cuanto al papel que debes desempeñar, no está en ti el escogerlo” (fragmentos de Epicteto)


Nosotros somos os dueños de nuestras opiniones, de nuestros deseos, de nuestras aversiones, en una palabra, de todas nuestras obras, mas no depende de nosotros nuestro cuerpo, ni las riquezas, ni la reputación, ni las dignidades, en una palabra, nada de lo que no sea una de nuestras obras personales.

Las cosas que dependen exclusivamente de nosotros son libres por su naturaleza no hay traba ni obstáculo alguno que se lo impida, por lo contrario, aquello que no depende de nosotros es débil, está sujeto a la esclavitud y a la dificultad, muchas veces expuesto a los caprichos de otro”…(…)” Séneca “De la providencia “


Ejercicio:
Lee los fragmentos.
1- Analiza lo que la escuela estoica a través de la variedad de fragmentos leídos, nos enseña. Cuáles son los mensajes de sabiduría (temas)



viernes, 20 de mayo de 2016

Manipulación y consumo




Reflexiona sobre el documental.
El hedonismo de Epicuro aporta algún beneficio a las sociedades contemporáneas?
Palabras claves: hedonismo, autarquía, ataraxia, cálculo racional, prudencia





EPICUREÍSMO

El epicureismo es una ética hedonista, esto es, una explicación de la moral en términos de búsqueda de la felicidad entendida como placer, como satisfacción de carácter sensible.  No se trata de la primera ética hedonista de la historia, puesto que ya entre los sofistas hubo algunos partidarios de estos planteamientos, y entre los discípulos de Sócrates hubo también una corriente, la de los “cirenaicos”, que defendió que el bien humano se identifica  con el placer, particularmente con el placer sensual e inmediato.  Sin embargo, como ya hemos visto, ese hedonismo incipiente fue agudamente criticado por Platón y Aristóteles, de modo que hubo que esperar a las propuestas de Epicuro para disponer de un modelo hedonismo filosóficamente más maduro.

Epicuro de Samos ( 341-270 a.c.). Estableció su escuela en Atenas en una especie de voluntario retiro conocido por el hombre de “el jardín”.  Allí ejerció un largo magisterio, rodeado de familiares y amigos, entre los que también había mujeres   y esclavos, una curiosa comuna que con frecuencia fue objeto de las críticas de los estoicos.  Solamente se conserva la Carta a Meneceo.

Epicuro sostiene que, si lo que mueve nuestra conducta es la búsqueda del placer, será sabio quien sea capaz de calcular correctamente qué actividades nos proporcionan mayor placer y menor dolor, es decir, quien consiga conducir su vida calculando la intensidad y duración de los placeres, disfrutando de los que tienen menos consecuencias dolorosas y repartiéndolos con medida a lo largo de la existencia.  Dos son, por tanto, las condiciones que hacen posible la verdadera sabiduría y la auténtica felicidad: el placer, correspondientes a distintos tipos de deseo:

“Parte de nuestros deseos son naturales, y otra parte son vanos deseos; entre los naturales, unos son necesarios y otros no; y entre los necesarios, unos lo son para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo y otros  para la vida misma.  Conociendo bien estas clases de deseos es posible referir toda elección ala salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque en ello consiste la vida feliz.  Pues actuamos siempre para no sufrir dolor ni pesar, y una vez que lo hemos conseguido ya no necesitamos de nada más”.
Dado que es imposible satisfacer todos nuestros deseos, lo mejor es limitarlos.  A partir de ahí se establece una sutil jerarquía en los deseos: 1) naturales y necesarios, 2) sólo naturales y 3) vanos.  Un deseo natural necesario sería, por ejemplo, comer; un deseo natural no necesario, comer caviar; un deseo ni natural, ni necesario, por ejemplo, acumular riquezas, honores. etc.
(…)  “Por ello, cuando decimos que el placer es el objetivo final, no nos referimos a los placeres de los viciosos (como creen algunos que ignoran no están de acuerdo, o interpretan mal nuestra doctrina, sino al no sufrir dolor en el cuerpo ni estar perturbado en el alma.  Porque ni banquetes ni juergas constantes (…) dan felicidad, sino el sobrio cálculo que investiga las causas de toda elección o rechazo y extirpa las falsas opiniones de las que procede la gran perturbación que se apodera del alma”. (Carta a Meneceo) Para Epicuro, el secreto de la felicidad está en la satisfacción del deseo, o lo que es lo mismo, en la consecución del placer.  “yo no sé cómo puedo concebir el bien, si prescindo de los placeres del gusto y los placeres del amor, y los del oído y la vista”.







LA VIRTUD y LA  ATARAXIA


La virtud no es otra cosa que “la prudencia en la búsqueda del placer”. Define el placer negativamente, es decir, como “ausencia del dolor en el cuerpo y la turbación en el alma”. El estado ideal sería un estado de paz y equilibrio interior al que llama ataraxia.

De aquí que no todos los placeres son igualmente deseables: algunos producen a la larga efectos dolorosos.  En consecuencia, la prudencia debe aconsejar el camino a seguir.  Sólo los deseos naturales merecen la aprobación de la prudencia epicúrea.  La pasión (por el poder, la fama, el dinero, etc.) perturba nuestro equilibrio y produce sufrimiento.  Junto con la pasión, el temor es otra fuente de infelicidad.
La prudencia nos defiende de los deseos cuya satisfacción produce displacer y el conocimiento de la naturaleza de las cosas nos ayuda a librarnos de los temores que producen la superstición y las falsas creencias acerca de los dioses y la muerte.

POSTURA ANTE LA REALIDAD Y LA MUERTE

La realidad física es material y compuesta de átomos que se mueven en el vacío (Demócrito).  También el alma es material, aunque esté compuesta de átomos más sutiles.  Conocemos la realidad por el contacto, a través de las sensaciones, con los átomos de las cosas y los del alma.  Pero al morir, el alma se desintegra, no hay vida de ultratumba ni posibilidad, por tanto, el castigo en otra vida.  El miedo a la muerte no tiene sentido para Epicuro.
Los movimientos de los átomos no están rígidamente determinados  Nada ocurre fatalmente (como dirían los estoicos) El hombre es libre y no está sometido al destino.

AUTARQUÍA

La autosuficiencia (autarquía) significa aquí la capacidad de bastarse con lo imprescindible de modo que la falta de los bienes más difíciles de obtener no nos produzca sufrimiento.
Puede observarse aquí que el hedonismo epicúreo nada tiene que ver con el desorden y el desenfreno que le atribuyen sus críticos.

 Epicuro se distancia de un cierto “hedonismo ingenuo” para proponer como ideal de felicidad el goce moderado y sosegado de los placeres naturales, vinculados a las verdaderas necesidades del cuerpo y del alma.  El placer es el bien primero, pero no siempre debe elegirse.  A veces el dolor es preferible.

Ética A. Cortina
Filosofía Arjé




domingo, 15 de mayo de 2016

EPICURO "La carta a Meneceo"



EPICURO (fragmento de la Carta a Meneceo)

El epicureísmo fue, después de Platón y Aristóteles, y junto al estoicismo, la corriente de pensamiento más importante de lo que suele englobarse bajo el título de “filosofía antigua”.

Su fundador, Epicuro de Samos (341 – 270 a.c.), de ascendencia atomista, centra su filosofía en la búsqueda de un núcleo ético fundamental: el placer.
El epicureísmo será, por tanto una filosofía hedonista.

Lo bueno es lo que nos produce placer. Ahora bien; no debemos entregarnos desmesuradamente a él, sino tener en cuenta sus consecuencias para evitar que un placer momentáneo pueda, más adelante, convertirse en displacer, en algo doloroso.

“Y hay que considerar que de los deseos unos son naturales, otros vanos, y de los naturales unos son necesarios, otros sólo naturales, y de los necesarios unos lo son para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo, otros para la vida misma.

Un recto conocimiento de estos deseos sabe, en efecto, supeditar toda elección o rechazo a la salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque esto es la culminación de la vida feliz. En razón de esto todo lo hacemos, para no tener dolor en el cuerpo ni turbación en el alma. Una vez lo hayamos conseguido, cualquier tempestad del alma amainará, no teniendo el ser viviente que encaminar sus pasos hacia alguna cosa de la que carece ni buscar ninguna otra, cosa con  que colmar el bien del alma y el cuerpo. Pues entonces tenemos necesidad del placer, cuando sufrimos por su ausencia, pero cuando no sufrimos ya no necesitamos del placer. Y por esto decimos que el placer es principio y culminación de la vida feliz. Al placer, en efecto, reconocemos como el bien primero, a nosotros connatural, de él partimos para toda elección y rechazo y a él llegamos juzgando todo bien con la sensación como norma.

Y como éste es el bien primero y connatural, precisamente por eso no elegimos todos los placeres, sino que hay ocasiones en que soslayamos muchos, cuando de ellos se sigue para nosotros una molestia mayor. También muchos dolores estimamos preferibles a los placeres cuando, tras largo tiempo de sufrirlos, nos acompaña mayor placer.

Ciertamente todo placer es un bien por su conformidad con la naturaleza y, sin embargo, no todo placer es elegible; así como también todo dolor es un mal, pero no todo dolor siempre ha de evitarse. Conviene juzgar todas estas cosas con el cálculo y la consideración de lo útil y de lo inconveniente, porque en algunas circunstancias nos servimos del bien como de un mal y, viceversa, del mal como de un bien.

También a la autosuficiencia la consideramos un gran bien, no para que siempre nos sirvamos de poco sino para que, si no tenemos mucho, nos contentemos con poco, auténticamente convencidos de que más agradablemente gozan de la abundancia quienes menos tienen necesidad de ella y de que todo lo natural es fácilmente procurable y lo vano difícil de obtener. Además los alimentos sencillos proporcionan igual placer que una comida excelente, una vez que se elimina del todo el dolor de la necesidad, y pan y agua procuran el máximo placer cuando los consume alguien que los necesita. Acostumbrarse a comidas sencillas y sobrias proporciona salud, hace al hombre solícito en las ocupaciones necesarias de la vida, nos dispone mejor cuando alguna que otra vez accedemos a alimentos exquisitos y nos hace impávidos ante el azar.

Cuando por tanto, decimos que el placer es fin no nos referimos a los placeres de los disolutos o a los que se dan en el goce, como creen algunos que desconocen o no están de acuerdo o mal interpretan nuestra doctrina, sino al no sufrir dolor en el cuerpo ni turbación en el alma.

Pues ni banquetes ni orgías constantes ni una mesa lujosa engendran una vida feliz, sino un cálculo prudente que investigue las causas de toda elección y rechazo y disipe las falsas opiniones de las que nace la más grande turbación que se adueña del alma. De todas estas cosas principio y el mayor bien es la prudencia. Por ello la prudencia es incluso más apreciable que la filosofía; de ella nacen todas las demás virtudes, porque enseña que no es posible vivir feliz sin vivir sensata honesta y justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin vivir feliz. Las virtudes en efecto, están unidas a la vida feliz y el vivir feliz es inseparable de ellas”.


ACTIVIDAD:

Define placer según Epicuro
¿Por qué no hay que elegir todos los placeres?
¿Cuándo comer constituye una virtud?
Qué es la ataraxia? Trata de explicar dicho concepto. Busca en el diccionario filosófico si es necesario.
Explica con tus palabras el significado de autarquía. Nuevamente busca en un diccionario si lo requieres.
¿En qué consiste la prudencia para Epicuro??
¿Por qué los placeres son buenos, de atenernos al texto?
La moral de Epicuro, ¿te parece interesante para nuestras sociedades? ¿Por qué?

domingo, 8 de mayo de 2016

PERÍODO HELENÍSTICO...

CONTEXTO HISTÓRICO

El período helenístico se extiende desde el 323 a.c. con la muerte de Alejandro Magno, hasta el 30 a.c. cuando tras la derrota de Accio, Roma somete el último reino helenístico.
Alejandro Magno había conseguido formar un imperio que se extendía hasta Egipto y la India el nexo común de este vasto territorio lo constituye la lengua griega que va a permitir una intensa  fusión cultural una verdadera simbiosis, en la que el arte, la filosofía, la ciencia y la religión griega se ven enriquecidas con numerosas aportaciones orientes. (Helenismo significa  precisamente eso, hablar en griego) compartir una misma lengua.
El imperio configurado por Alejandro Magno se ha desintegrado paulatinamente a la muerte de éste (desde el 323 al 280 a.c.) para constituir un orden superior el de la propia cultura helenística del 280 al 168 a.c.) formado por  reinos políticamente independientes pero culturalmente vinculados, en los que impera el espíritu cosmopolita al individuo no se siente ya ciudadano de una polis cerrada y más o menos independiente y autárquica, sino de un mundo  mucho más amplio que habla el mismo idioma.  Esta circunstancia encierra el rasgo fundamental de este período al ampliar su margen de acción, el individuo se siente ciertamente liberado pero también desprotegido (de la polis) se encuentra condenado a ser libre; encarna él mismo, a partir de ahora las propiedades de las polis ya inexistentes cada individuo es una polis independiente que vive al margen y en conflicto con las demás.  La filosofía del momento, que es una respuesta a esta nueva situación, pasará a ser su único apoyo y orientación en un mundo nuevo.  La reflexión filosófica se vuelve sobre los problemas del individuo, que se resumen en una cuestión básica.  ¿Cómo llevar una buena vida o una vida feliz? La individualidad reinante se expresará también en la parcelación de la ciencia y en el surgimiento y desarrollo de nuevas disciplinas a cargo de los hombres como Euclídes, Arquímedes, Erastóstenes, Aristarco etc.




LA FILOSOFÍA HELÉNICA

Después de Aristóteles y tras la muerte de aquel que había sido su más célebre alumno Alejandro Magno, la reflexión filosófica se enfrenta a una nueva situación sociopolítica caracterizada por la profundización de la crisis de las polis griegas como consecuencia de la fragmentación del imperio que tiene lugar a la muerte del emperador.  Esta crisis   (que ya había aflorado en tiempos de Platón y motivado en gran medida el pensamiento de éste, al final de la denominada “Edad de Oro” de la Antigüedad o “Era de Pericles” y cuyo culminación puede situarse en la condena a muerte de Sócrates por parte de un “régimen democrático”) se convertirá en mal endémico durante el período que va desde finales del siglo V a.c. Hasta comienzos de nuestra era.  Semejante situación de crisis, claro está, no podrá dejar de influir en las nuevas filosofías que van surgiendo.  El hombre, como ciudadano de la polis, se sentía inserto en un estado fuerte (y parte constitutiva del mismo) garante de su libertad y bienestar, de su felicidad. Ahora con el desmoronamiento del estado, se siente solo y desprotegido, la crisis de la polis implica la crisis de su propio ser, la pérdida de su sentido, pues para Platón y Aristóteles el hombre era un ser de naturaleza comunitaria que sólo podía desplegarse dentro de una sociedad bien organizada.  El hombre se limitaba a ser el órgano de un cuerpo social, órgano que no tiene sentido si el cuerpo se disgrega, deja de ser un todo, se pierden los nexos de unión.  La nueva filosofía habrá de reinventar el sentido de un cuerpo social atomizado, los miembros de la sociedad son ahora individuos aislados, órganos desmembrados en busca de una nueva función, de una nueva razón de ser.
La filosofía helenística será la encargada de suministrar este nuevo sentido a la existencia humana.  Las nuevas circunstancias marcan el nuevo rumbo, que consecuentemente se concentrará en lo individual más que en lo colectivo: lo central será ahora la vida individual del hombre encaminada a la recuperación de la felicidad perdida, más que la solución de los enigmas cognoscitivos de la naturaleza.  La filosofía reinante presentará un marcado carácter ético y a él se supeditarán el resto de cuestiones: la filosofía de la naturaleza interesa sólo en la medida en que pueda arrojar luz sobre ese ser natural que es el hombre y la política pasa a un segundo plano, cuando no desaparece por completo del horizonte de la reflexión; la vida política, la vida en la polis, ha fracasado, ahora sólo interesa la vida individual. Esta circunstancia se volverá a repetir posteriormente y de forma periódica, a lo largo de la historia del pensamiento, pues tras los fracasos revolucionarios (utopías sociales), el pensamiento se torna más individualista que social: así, por ejemplo, la exaltación que del individuo hace el Romanticismo a comienzos del siglo XIX no es otra cosa que una reacción ante el fracaso del proyecto ilustrado de la Revolución francesa en el siglo XVIII.

Así pues, durante el período helenístico, como respuesta a una situación sociopolítica decadente, surgieron básicamente tres nuevas escuelas filosóficas o corrientes de pensamiento que, intentando salvar al ser humano a  la deriva, formularon propuestas que, con todas las variaciones que se quiera, siguen sirviendo como remedios a los que el hombre contemporáneo se aferra frente a los vaivenes  de la vida y que le permiten mantenerse a flote, no zozobrar en una existencia, la nuestra, tan tormentosa hoy como lo fue la de los griegos que optaron por ser epicúreos, estoicos o escépticos, o las tres cosas a la vez.