viernes, 20 de mayo de 2016

Manipulación y consumo




Reflexiona sobre el documental.
El hedonismo de Epicuro aporta algún beneficio a las sociedades contemporáneas?
Palabras claves: hedonismo, autarquía, ataraxia, cálculo racional, prudencia





EPICUREÍSMO

El epicureismo es una ética hedonista, esto es, una explicación de la moral en términos de búsqueda de la felicidad entendida como placer, como satisfacción de carácter sensible.  No se trata de la primera ética hedonista de la historia, puesto que ya entre los sofistas hubo algunos partidarios de estos planteamientos, y entre los discípulos de Sócrates hubo también una corriente, la de los “cirenaicos”, que defendió que el bien humano se identifica  con el placer, particularmente con el placer sensual e inmediato.  Sin embargo, como ya hemos visto, ese hedonismo incipiente fue agudamente criticado por Platón y Aristóteles, de modo que hubo que esperar a las propuestas de Epicuro para disponer de un modelo hedonismo filosóficamente más maduro.

Epicuro de Samos ( 341-270 a.c.). Estableció su escuela en Atenas en una especie de voluntario retiro conocido por el hombre de “el jardín”.  Allí ejerció un largo magisterio, rodeado de familiares y amigos, entre los que también había mujeres   y esclavos, una curiosa comuna que con frecuencia fue objeto de las críticas de los estoicos.  Solamente se conserva la Carta a Meneceo.

Epicuro sostiene que, si lo que mueve nuestra conducta es la búsqueda del placer, será sabio quien sea capaz de calcular correctamente qué actividades nos proporcionan mayor placer y menor dolor, es decir, quien consiga conducir su vida calculando la intensidad y duración de los placeres, disfrutando de los que tienen menos consecuencias dolorosas y repartiéndolos con medida a lo largo de la existencia.  Dos son, por tanto, las condiciones que hacen posible la verdadera sabiduría y la auténtica felicidad: el placer, correspondientes a distintos tipos de deseo:

“Parte de nuestros deseos son naturales, y otra parte son vanos deseos; entre los naturales, unos son necesarios y otros no; y entre los necesarios, unos lo son para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo y otros  para la vida misma.  Conociendo bien estas clases de deseos es posible referir toda elección ala salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque en ello consiste la vida feliz.  Pues actuamos siempre para no sufrir dolor ni pesar, y una vez que lo hemos conseguido ya no necesitamos de nada más”.
Dado que es imposible satisfacer todos nuestros deseos, lo mejor es limitarlos.  A partir de ahí se establece una sutil jerarquía en los deseos: 1) naturales y necesarios, 2) sólo naturales y 3) vanos.  Un deseo natural necesario sería, por ejemplo, comer; un deseo natural no necesario, comer caviar; un deseo ni natural, ni necesario, por ejemplo, acumular riquezas, honores. etc.
(…)  “Por ello, cuando decimos que el placer es el objetivo final, no nos referimos a los placeres de los viciosos (como creen algunos que ignoran no están de acuerdo, o interpretan mal nuestra doctrina, sino al no sufrir dolor en el cuerpo ni estar perturbado en el alma.  Porque ni banquetes ni juergas constantes (…) dan felicidad, sino el sobrio cálculo que investiga las causas de toda elección o rechazo y extirpa las falsas opiniones de las que procede la gran perturbación que se apodera del alma”. (Carta a Meneceo) Para Epicuro, el secreto de la felicidad está en la satisfacción del deseo, o lo que es lo mismo, en la consecución del placer.  “yo no sé cómo puedo concebir el bien, si prescindo de los placeres del gusto y los placeres del amor, y los del oído y la vista”.







LA VIRTUD y LA  ATARAXIA


La virtud no es otra cosa que “la prudencia en la búsqueda del placer”. Define el placer negativamente, es decir, como “ausencia del dolor en el cuerpo y la turbación en el alma”. El estado ideal sería un estado de paz y equilibrio interior al que llama ataraxia.

De aquí que no todos los placeres son igualmente deseables: algunos producen a la larga efectos dolorosos.  En consecuencia, la prudencia debe aconsejar el camino a seguir.  Sólo los deseos naturales merecen la aprobación de la prudencia epicúrea.  La pasión (por el poder, la fama, el dinero, etc.) perturba nuestro equilibrio y produce sufrimiento.  Junto con la pasión, el temor es otra fuente de infelicidad.
La prudencia nos defiende de los deseos cuya satisfacción produce displacer y el conocimiento de la naturaleza de las cosas nos ayuda a librarnos de los temores que producen la superstición y las falsas creencias acerca de los dioses y la muerte.

POSTURA ANTE LA REALIDAD Y LA MUERTE

La realidad física es material y compuesta de átomos que se mueven en el vacío (Demócrito).  También el alma es material, aunque esté compuesta de átomos más sutiles.  Conocemos la realidad por el contacto, a través de las sensaciones, con los átomos de las cosas y los del alma.  Pero al morir, el alma se desintegra, no hay vida de ultratumba ni posibilidad, por tanto, el castigo en otra vida.  El miedo a la muerte no tiene sentido para Epicuro.
Los movimientos de los átomos no están rígidamente determinados  Nada ocurre fatalmente (como dirían los estoicos) El hombre es libre y no está sometido al destino.

AUTARQUÍA

La autosuficiencia (autarquía) significa aquí la capacidad de bastarse con lo imprescindible de modo que la falta de los bienes más difíciles de obtener no nos produzca sufrimiento.
Puede observarse aquí que el hedonismo epicúreo nada tiene que ver con el desorden y el desenfreno que le atribuyen sus críticos.

 Epicuro se distancia de un cierto “hedonismo ingenuo” para proponer como ideal de felicidad el goce moderado y sosegado de los placeres naturales, vinculados a las verdaderas necesidades del cuerpo y del alma.  El placer es el bien primero, pero no siempre debe elegirse.  A veces el dolor es preferible.

Ética A. Cortina
Filosofía Arjé




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