ARISTÓTELES ÉTICA A NICÓMACO
LIBRO I Cap IV
EL BIEN EN CADA
GÉNERO DE COSAS ES EL FIN EN VISTA DEL CUAL SE HACE TODO LO DEMÁS
Volvamos otra vez a tratar del bien que
buscamos, y veamos lo que puede ser.
Por lo pronto, el
bien parece muy diferente, según los diferentes géneros de actividad y según
las diferentes artes. Así es uno en la
medicina, otro en la estrategia; y lo mismo sucede en todas las artes sin
distinción ¿Y qué es el bien en cada una de ellas? ¿No es la cosa en cuya vista
se hace todo lo demás? En la medicina, por ejemplo, es la salud; en la
estrategia es la victoria; como es la casa en el arte de la arquitectura, y
como es cualquier otro objeto en cualquier otra arte. Pero en toda acción, en toda determinación
moral, el bien es el fin mismo que se busca, y siempre, en vista de este fin,
se hace constantemente todo lo demás.
Es, por tanto, una consecuencia evidente que, si para todo lo que el
hombre puede hacer en general, existe un fin común al cual tienden todos sus
actos, este fin único es el bien, tal como el hombre puede practicarlo; y si
hay muchos fines de este género, ellos son entonces los que constituyen el
bien.
Después de este
largo rodeo, la discusión ha venido a parar a nuestro punto de partida; pero
nos es forzoso ilustrar más aún esta materia.
Como, a lo que
parece, hay muchos fines y podemos buscar algunos en vista de otros: por
ejemplo, la riqueza, la música, el arte de la flauta y, en general, todos estos
fines que pueden llamarse instrumentos, es evidente que todos estos fines
indistintamente no son perfectos y definitivos por sí mismos. Pero el bien supremo debe ser una cosa
perfecta y definitiva. Por consiguiente,
si existe una sola y única cosa que sea definitiva y perfecta precisamente es el bien que buscamos; y si hay muchas
cosas de este género, la más definitiva entre ellas será el bien. Mas, en nuestro, concepto, el bien, que debe
buscarse sólo por sí mismo es más definitivo que el que se busca en vista de otro bien y el que no debe buscarse nunca en vista
de otro bien es más definitivo que estos bienes que se buscan a la vez por sí
mismos y a causa de este bien superior; en una palabra, lo perfecto, lo
definitivo lo completo, es lo que es eternamente apetecible en sí y que no lo
es jamás en vista de un objeto distinto que él. He aquí precisamente el carácter que parece
tener la felicidad; la buscamos siempre por ella y sólo por ella y nunca con la
mira de otra cosa. Por lo contrario,
cuando buscamos los honores, el placer, la ciencia, la virtud bajo cualquier
forma que sea, deseamos sin duda, todas estas ventajas por sí mismas; puesto
que independientemente de toda otra consecuencia desearíamos realmente cada una
de ellas; sin embargo nosotros las deseamos también con la mira de la
felicidad, porque creemos que todas estas diversas ventajas nos la pueden
asegurar; mientras que nadie puede desear la felicidad, ni con la mira de estas
ventajas, ni de una manera general en vista de algo, sea lo que sea, distinto
de la felicidad misma.
Por lo demás esta
conclusión a que acabamos de llegar
parece proceder igualmente de la idea de independencia que atribuimos al bien
perfecto, al bien supremo. Evidentemente le creemos independiente de todo. (…) Por el momento, entendemos por
independencia aquello que, considerado aisladamente, basta para hacer la vida
aceptable, sin que tenga necesidad de ninguna otra cosa; y esto es,
precisamente, lo que en nuestra opinión constituye la felicidad. Digamos, además, que la felicidad, para ser
la cosa más digna de nuestro deseo, no tiene necesidad de sumarse con ninguna
otra. Si se añadiese una cosa
cualquiera, es claro que bastaría la adición más pequeña de bienes para hacerla
más deseable aún. Porque, en todo caso
lo que se añade forma una suma de bienes superior e incomparable, puesto que un
bien más grande es siempre más deseable que un bien menor. Por consiguiente, la felicidad es ciertamente una cosa definitiva, perfecta,
y que se basta a sí mismo, puesto que es el fin de todos los actos posibles del
hombre.
Pero quizá, aun
conviniendo con nosotros en que la felicidad es, sin contradicción, el mayor de
los bienes el bien supremo, habrá quien desee conocer mejor su naturaleza.
El medio más seguro
de alcanzar esta completa noción es saber cuál es la obra propia del
hombre. Así como para el músico, para el
estatuario, para todo artista y, en general, para todos los que producen alguna
obra y funcionan de una manera cualquiera, el bien y la perfección están, al
parecer, en la obra especial que realizan; en igual forma, el hombre debe
encontrar el bien en su obra propia si es que hay una obra especial que el
hombre deba realizar. Y si el albañil,
el zapatero, etc., tienen una obra especial y actos propios que ejecutar, ¿será
posible que el hombre sólo no los tenga? ¿Estará condenado por la naturaleza a
la inacción? O, más bien, así como el
ojo, la mano, el pie y, en general, toda parte del cuerpo creer que el hombre,
independientemente de todas estas diversas funciones, tiene una que le sea
propia? ¿Pero cuál puede ser esta función característica? Vivir es una función
común al hombre y a las plantas, y aquí
sólo se busca lo que es exclusivamente especial al hombre; siendo preciso, por
tanto, poner aparte la vida de nutrición y de desenvolvimiento. En seguida
viene la vida de la sensibilidad; pero ésta a su vez se muestra igualmente en
otros seres, el caballo el buey y, en general, en todo animal, lo mismo que el
hombre. Resta, pues, la vida activa del
ser dotado de razón. (…) Además, como
esta misma facultad de la razón puede comprenderse en una doble sentido, es
preciso fijarse en que de lo que se trata, sobre todo, es de la facultad en
acción, la cual merece más particularmente el nombre que llevan ambas. Y así, lo propio del hombre será el acto del
alma conforme a la razón o, por lo menos, el acto del alma que no puede
realizarse sin la razón. Por otra parte,
cuando decimos que tal función es genéricamente la de tal ser, entendemos que
es también, la función del mismo ser completamente desarrollado, así como la obra
del músico se confunde igualmente con la obra del buen músico. De igual modo en todos los casos, sin
excepción, se añade siempre a la idea simple de la obra la idea de la
perfección suprema que esta obra puede alcanzar; por ejemplo, si la obra del
músico consiste en componer música, la obra del buen músico consistirá en
componerla buena. Si todo esto es
exacto, podemos admitir que la obra propia del hombre en general es una vida de
cierto género, y que esta vida particular es la actividad del alma y una
continuidad de acciones que acompaña la
razón; y podemos admitir que en el hombre bien desarrollado todas estas funciones se realizan bien y regularmente. Pero el bien, la perfección para cada cosa,
varía según la virtud especial de esta cosa.
Por consiguiente, el bien propio
del hombre es la actividad del alma dirigida por la virtud; y si hay muchas
virtudes dirigida por la más alta y la más perfecta de todas. Añádase también que estas condiciones deben
ser realizadas durante una vida entera y completa porque una sola golondrina no
hace verano, como no lo hace un solo día hermoso y no puede decirse tampoco que
un solo día de felicidad, ni aun una temporada baste para hacer a un hombre
dichoso y afortunado.
ACTIVIDAD:
Lea el texto y
responda lo siguiente:
1) Qué es el bien?
2) Existen diferentes clases de bienes?
3) Cuál es el bien
más importante?
4) Busca en un
diccionario filosófico el concepto
“eudaimonía”
4) Qué es la
felicidad?
5) Hay alguna relación entre el bien y la
felicidad?
Aristóteles
Dentro de la llamada filosofía clásica griega emergen claramente dos figuras de importancia frente a los demás: Platón y Aristóteles.
Aristóteles nació en el año 384 antes de cristo y murió en el 322.
Sus obras abarcan los ámbitos mas dispares : desde la metafísica o la lógica o la biología pasando por la poética y la política. Entre sus obras de ética destacamos indiscutiblemente la ética a Nicómaco.
La filosofía moral de Aristóteles es, contrariamente a la de Kant, teleológica. Quiere esto decir que lo que de verdad interesa a Aristóteles es la finalidad de la acción moral.
Según el, el fin del hombre no es otro que la felicidad; la moral debe encontrar los medios para conseguir dicho fin.
El concepto de virtud lo comprende Aristóteles como el justo medio entre dos extremos: se trata de la teórica de mesotes.
Ética a Nicómaco
De la naturaleza de la virtud
Es preciso no contentarse con decir, como hemos hecho hasta ahora, que la virtud es un hábito o manera de ser, sino preciso decir también en forma específica cual es esta manera de ser.
Comencemos por sentar que toda virtud es respecto a la cosa sobre que recae, lo que completa la buena disposición de la misma y le asegura la ejecución perfecta de la obra, que es la propia. Así, por ejemplo, la virtud del ojo hace que el ojo sea bueno y que realice como debe su función; porque gracias a la virtud del ojo se ve bien. La misma observación, si se quiere, tiene lugar con la virtud del caballo: ella es la que le hace buen caballo, a propósito para la carrera, para conducir al jinete y para sostener el choque de los enemigos. Si sucede así en todas las cosas, la virtud en el hombre será esta manera de ser moral que hace de él un hombre bueno, un hombre de bien, y gracias a la cual sabrá realizar la obra que le es propia.
Ya hemos dicho como el hombre puede conseguir esto: pero nuestro pensamiento se hará más evidente aun cuando hayamos visto cual es la verdadera naturaleza de la virtud. En toda cantidad continua y divisible pueden distinguirse tres casos: primero el más, después el menos y, en fin, lo igual; y estas distinciones pueden hacerse, o con relación al objeto mismo o con relación a nosotros. Lo igual es una especie de término intermedio entre el exceso y el defecto, entre lo más y lo menos. El medio, cuando se trata de una cosa, es el punto que se encuentra a igual distancia de las dos extremidades, el cual es uno y el mismo en todos los casos. Pero cuando se trata del hombre, cuando se trata de nosotros, el medio es lo que no peca, ni por exceso, ni por defecto; y esta medida igual esta muy distante de ser una ni la misma para todos los hombres.
Veamos un ejemplo: suponiendo que el numero diez represente una cantidad grande, y el numero dos una pequeña, el seis será el termino medio con relación a la cosa que se mide; porque seis excede al dos en una suma igual a la que le excede a èl el número diez. Este es el verdadero medio según la proporción que demuestra la aritmética, es decir, el número. Pero no es este, ciertamente, el camino que debe tomarse para buscar el medio, tratándose de nosotros. En efecto, porque para tal hombre diez libras de alimento sean demasiado y dos libras muy poco, no es razón para que un médico prescriba a todo el mundo seis libras para el que haya de tomarlas puede ser una alimentación enorme o una alimentación insuficiente.
Para Milón es demasiado poco; por el contrario, es mucho para el que empieza a trabajar en la gimnástica. Lo que aquí se dice de alimentos, puede decirse igualmente de las fatigas de la carrera y de una lucha. Y así, todo hombre instruido y racional se esforzara en evitar los excesos de todo genero, sean en más, sean en menos; solo debe buscar el justo medio y preferirle a los extremos. Pero aquel no es simplemente el medio de la cosa misma, es el medio con relación a nosotros.
Gracias a esta prudente moderación, toda ciencia llena perfectamente su objeto propio, no perdiendo jamás de vista este medio y reduciendo todas sus obras a este punto único. He aquí porque se dice muchas veces cuando se habla de las obras bien hechas y se las quiere alabar que nada se les puede añadir ni quitar; como dando a entender que, así como el exceso y el defecto a la perfección, solo el justo medio puede asegurarla. Este es el fin, lo repetimos, a que se dirigen siempre los esfuerzos de los buenos artistas en sus obras; y la virtud, que es mil veces mas precisa y mil veces mejor que ningún arte, se fija constantemente como la naturaleza misma en este medio perfecto.
Hablo aquí de la virtud moral, porque ella es la que concierne a las pasiones y a los actos del hombre, y en nuestros actos y en nuestras pasiones es donde se dan, ya el exceso, ya el defecto, ya el justo medio. Así, por ejemplo, en los sentimientos de miedo y de audacia, de deseo y de aversión de cólera y de compasión, en una palabra, en los sentimientos de placer y dolor se dan el más y el menos; y ninguno de estos sentimientos opuestos son buenos. Pero para ponerlos a prueba como conviene, según las circunstancias, según las cosas, según las personas, según la causa, y saber conservar en ellas la verdadera medida, este es el medio, esta es la perfección que solo se encuentra en la virtud.
Con los actos sucede absolutamente lo mismo que con las pasiones: pueden pecar por exceso o por defecto, o encontrar un justo medio. Ahora bien, la virtud se manifiesta en las pasiones y en los actos; y para las pasiones y los actos el exceso en mas de una falta; el exceso en menos es igualmente reprensible; el medio únicamente es digno de alabanza porque solo es la exacta y debida medida; y estas dos condiciones constituyen el privilegio de la virtud. Y así la virtud es una especie de medio, puesto que es el fin que ella busca sin cesar.
Además, puede uno conducirse mal de mil maneras diferentes; porque el mal pertenece a lo infinito, como oportunamente lo han representado los pitagóricos; pero el bien pertenece a lo finito, puesto que no puede una conducirse bien sino de una sola manera. He aquí como el mal es tan fácil y el bien, por lo contrario, tan difícil; porque, en efecto, es fácil no lograr una cosa y difícil conseguirla. He aquí también por qué el efecto y el exceso pertenecen juntos al vicio, mientras que solo el medio pertenece a la virtud.
Es uno bueno por un solo camino, malo por mil.
Por lo tanto, la virtud es un habito, una cualidad que depende de una voluntad, consistiendo en este medio que hace relación a nosotros y que esta regulado por la razón en la forma que lo regularía el hombre verdaderamente sabio.
La virtud es un medio entre dos vicios que pecan, uno por exceso, otro por defecto; y como los vicios consisten en que los unos traspasan la medida que es preciso guardar, y los otros permanecen por bajo de esta medida, ya respecto de nuestras acciones, ya respecto de nuestros sentimientos, la virtud consiste, por el contrario, en encontrar el medio para los unos y para los otros, y mantenerse en el a la preferencia.
He aquí porque la virtud, tomada en su esencia y desde el punto de vista de la definición que expresa lo que ella es, debe mirársela como un medio. Pero con relación a la perfección y al bien, la virtud es un extremo, una cúspide.
Por lo demás, es preciso decir que ni todas acciones ni todas las pasiones son indistintamente susceptibles de este medio. Hay tal acción, tal pasión, que con solo pronunciar su nombre aparece la idea de mal y de vicio, como por ejemplo, la malevolencia o tendencia a regocijarse del mal de otro, la imprudencia, la envidia; y, en punto de acciones, el adulterio, el robo, el asesinato; porque todas estas cosas y las parecidas a ellas son declaradas malas y criminales únicamente a causa del carácter horrible que ofrecen, y no por su exceso, ni por su defecto. Respecto a estas cosas, por tanto, nunca hay medio de obrar bien; solo es posible la falta.
En los casos de este genero indignar lo que es bien y lo que no es bien, es cosa inconcebible; como, por ejemplo, en el adulterio, averiguar si ha sido cometido con tal mujer, en tales circunstancias, de tal manera; porque hacer cualquiera de estas cosas es, absolutamente hablando, cometer un crimen. Es como si uno imaginara que en la iniquidad, en la cobardía, en la embriaguez, podía haber un medio, un exceso y un defecto; porque entonces seria preciso que hubiese un medio de exceso y de defecto, y un exceso de exceso y un defecto de defecto. Pero así como no hay exceso ni defecto para el valor y para la templanza, porque en ellos el medio es, en cierta manera, un extremo, en igual forma no hay para estos actos culpables, ni medio, ni exceso, ni defecto, sino que, de cualquier manera que se tome, siempre es el criminal el que cometa; porque no es posible que haya un medio, ni para el exceso, ni para el defecto, como no puede haber ni exceso ni defecto para el medio.
Libro II Cap. VI
EJERCICIOS.
1) Define virtud según Aristóteles.
2) ¿Puede hablarse de virtud del caballo como se hace en el texto? ¿Por qué?
3) ¿Donde reside la diferencia entre la virtud del caballo y la virtud del hombre?
4) ¿Que quiere decir que la virtud humana se da en el justo medio?
5) Subraya en el texto la definición de virtud.
6) Traza un segmento y escribe en los extremos el nombre de dos pasiones opuestas, escribiendo en el centro la virtud correspondiente.
!Hola Isabel! Te deseo mucha suerte con tu blog. Espero que tus alumnos aprendan a querer la filosofía y a ser hombres libres para el bien de la humanidad. Un afectuoso saludo.
ResponderEliminarme pasan las respuestas, por favor
ResponderEliminarMatias anda a estudia bro JAJAJAJA Le voa decir a la profe Ah :v ;)
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